He llegado a Berlín esta mañana. Es una ciudad que impresiona al principio, muy grande y un poquito extraña. Una ciudad que está dividida en dos, tiene que serlo. Desde que en 1989 cayó el muro, el gran éxito de Europa y de Alemania ha sido su unificación. Eso a veces se nos olvida, nunca hemos estado tan unidos en este viejo continente, de hecho hemos iniciado dos guerras mundiales una guerra fría (heladora) desde esta ciudad. Por ello, la historia está aquí, vive aquí y por eso se ve, se palpa que esta gran urbe está viva, tiene pasado, un magnifico presente y un gran futuro.
Así que como escribía desde que he llegado aquí estoy un poco abrumada, la ciudad es magnífica como destino turístico, si te gusta la cultura y los museos aquí tienes de los mejores, si te gusta pasear, callejear y escudriñar por los locales este es un sitio mágico. Si te gusta la cerveza, también… Esta tarde voy a dar una vueltecita por el Reichstag; por la puerta de Brandemburgo y el muro, el muro… Voy a tomar un trago en la placita que mas me guste y voy a respirar hondo la esencia de este lugar que me tiene aturdida, casi enamorada.
Además en primavera el pais entero florece después del largo invierno y los parques y jardines están preciosos, no hace ni frio ni calor. Pronto se disipa esa pequeña melancolía del viajero solitario, explotan los colores y a la hora del almuerzo los berlineses salen a tomar el sol con sus pequeños sándwiches, la ciudad rebosa de vida, de sonrisas y de trabajo, que esto amigos sigue siendo Alemania.